8/22/2008

_ REFLEXION _


Combatientes de Cristo.

Dos maneras hay de ser cristianos: o por el testimonio del MARTIRIO o por el testimonio de la CONFESIÓN. O MARTIRES o CONFESORES. No basta con creer en el fondo del corazón, es necesario confesar la Fe con la boca. Quien no puede ofrecer a Dios el testimonio supremo de la sangre, sólo tendrá acceso al cielo si le ofrece el testimonio de la confesión, es decir, si hace profesión pública de su Fe, tanto por las obras como con las palabras. Y el testimonio, de cualquier genero que sea, suscita necesariamente la oposición de los enemigos de la Fe, y por consiguiente la lucha.

Se trata por tanto de librar el Combate de la Fe en el seno de un mundo cada vez mas anticristiano.

Pero el problema de nuestra sociedad es que carece de HOMBRES. Donde Cristo ha desaparecido, ya no quedan hombres, los que parecen tales no son hombre sino sombras de hombres.
No hay hombres donde no hay caracteres; no hay caracteres, donde no hay principios, doctrinas, afirmaciones; no hay afirmaciones, doctrinas, principios, donde no hay Fe religiosa, y por tanto Fe social.

Tenemos que disponernos a ser HOMBRES en serio, hombres en Dios, por Dios y de Dios, dispuestos a disputar las almas de nuestros contemporáneos a este afrentoso mundo que los contagia y entrega en manos de Satán.
Habremos de ser combatientes de ese Cristo que ha venido a reinar sobre los individuos y las naciones.
No podemos contentarnos con ser pasivos espectadores, esta militancia requiere ante todo ARDOROSA GENEROSIDAD.
De aquí surge la importancia de la juventud; si esta juventud prefiere el placer al heroísmo, si se hace inmoral, licenciosa, afeminada, prepara al enemigo un triunfo y fácil.

¡A TIEMPOS AFEMINADOS, CORAJE DOBLE!

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